lunes, 20 de febrero de 2012

Yo mato por vender... y tu?

España va mal, eso lo sabemos todos... ahora, que "casi todos" tengamos "un poquito" de culpa no es algo tan aceptado, pero no por ello deja de ser verdad.

Me acaba de ocurrir, es una de tantas veces que me ocurre a lo largo de las semanas, y hoy me he parado a aportar mi granito de arena, ya que considero que sería una aberración pasar por alto estos hechos teniendo en cuenta la situación económica que vivimos y por tanto, la necesidad que hay de salir a flote.

El domingo, mientras desayunaba "hojeaba" por  las tiendas de internet unas carpetas de polipiel que deseo personalizar con el logotipo de mi empresa para regalarla a algunos clientes. Me puse manos a la obra y una vez encontrado el producto que me podía convenir, envié una solicitud de presupuesto para 50 carpetas. De entrada me pareció un tanto dificultoso tener que solicitar un presupuesto con su consiguiente espera y no poder tener respuesta inmediata online para un producto  de ese tipo que, repito, se vende online... sin embargo, a regañadientes como estaba interesada lo envié. Paralelamente, comenté públicamente en twitter mi deseo de adquirir esas carpetas, por si alguien de mis "vecinos" twiteros podrían conocer a algún otro "vecino" que se dedicara a ello (de eso tratan las redes sociales, no?).

Bien... mis vecinos twiteros debían estar viendo el futbol porque no tuve ni una sola respuesta por parte de nadie, por tanto, quiero entender que nadie jamás en la vida ha personalizado regalos de empresa (sí, es ironía), pero este fue el menor de los males. Lo que verdaderamente me indignó fue, al abrir mi correo esta mañana y ver la respuesta de la mencionada empresa, que decía literalmente:

"Buenos días. El pedido mínimo es a partir de 100 unidades. Un saludo.  Dpto. Comercial Synoprom"

Como no cabía en mi asombro, y derrochando generosidad para priorizar en mi contribución a su crecimiento como profesionales de la venta, de forma gratuita, en lugar de gritarles algo así como MEQUETREFES!!!, ni corta ni perezosa les contesté:

"O tienen uds. pocas ganas de vender o dificultan muchísimo el proceso. No se han parado a pensar que quizá podría estar interesada en 100 unidades? Ahora tenemos que volver a intercambiar mails y perder más tiempo para conseguir el presupuesto y poder tomar una decisión???"

Les añadía que mi crítica pretendía ser constructiva y les saludaba cordialmente, invitándoles y/o otorgándoles una segunda oportunidad.

Bien, pues es lunes, no tengo el presupuesto como me habría gustado... no obstante como sé que estoy en España había agendado tomar la decisión (sí, yo agendo esas cosas) el miércoles teniendo en cuenta que no esperaba tener el presupuesto antes del martes, pero con el mail que me acaban de enviar vuelvo a tener serias dudas de poder regarlarles a mis clientes eso que tanto ansiaba porque Synoprom, en lugar de tomar la crítica de un potencial cliente como algo constructivo, reflexionar, tomar conciencia de su actitud y rectificar como haría un buen profesional pidiendo disculpas y remediándolo de inmediato, me acaba de contestar literalmente:

"Buenos días. En todos nuestros artículos hay un pedido mínimo por razones de coste de producción, personalización y envío. Le agradecemos la crítica constructiva. Un cordial saludo"

Lo lógico sería pensar, que aunque ni hayan utilizado mi nombre para dirigirse a mí, ni se hayan disculpado por su actitud y tras "irónicamente" agradecer mi crítica, lo lógico es que me hubieran incluído el presupuesto... verdad??? o soy yo que soy demasiado exigente con mis futuros proveedores??? 

En fin, señores... yo, "mato por vender"... si tengo que hacer el pino, procuraré hacerlo con el máximo glamour y cuanta elegancia sea capaz de derrochar, pero les aseguro que el pino queda hecho.

Posiblemente mi deformación profesional me lleva a analizarlo absolutamente todo y a veces incluso me funciona bien, por lo que mi conclusión a esto es que aún no nos hemos dado cuenta que tenemos una seria NECESIDAD (gordo palabro) de vender, de mover el dinero, de generar riqueza, de ser activos, de estar los primeros, de llegar antes, de tomar la iniciativa, de pensar, de ser pro-activos, de morir si hace falta (soy andaluza, apasionada y exagerada, por no decir Aristofánica como diría un buen amigo mío... no me lo tengan en cuenta)

Desahogada quedé... y en el fondo sé que aunque el orgullo (muy español y dañino palabro) de ese señor que se haya sentido atacado por mi Aristofánica forma de decirles que "muevan el culo" cuando vuelva hoy a su casa se lo cuente a su señora y ésta le lleve la contraria o no... en el fondo... muy en el fondo, él sabrá que no lo ha hecho bien, y aunque haya perdido mi pedido, si es medianamente inteligente, que seguramente lo será... en el próximo pedido tendrá muchísimo más cuidado.



domingo, 19 de febrero de 2012

El flaco favor de los sindicatos a los trabajadores

Tenía 18 años cuando empecé a trabajar por primera vez. Recuerdo la sensación que me producía el nudo en el estómago, como si fuera ayer. Desde bien temprano, me levanté, me duché, desayuné y me vestí para la ocasión. Como estaba recién llegada aún no tenía uniforme por lo que procuré vestirme de chaqueta intentando no desentonar con el resto de compañeros. Camino del trabajo, las piernas me temblaban y por supuesto no me atrevía a decirle a mi padre, que me acompañaba, que estaba tremendamente asustada.

A las ocho en punto, me presenté ante el "Sr. Director" con mi cara de no haber roto un plato en mi vida (a esa edad, allá por 1982 había roto pocos, ciertamente) y abrí ojos y oídos al máximo para procurar empaparme de todo cuanto pude, ya que no tenía ni idea de lo que tenía que hacer en ese puesto. Os preguntaréis por qué me eligieron a mí y no a otra persona con más experiencia y tiene respuesta: era una de las tres personas que en aquel entonces hablaba un inglés fluido en Córdoba, las otras dos eran mis hermanas mayores. Dominar el idioma inglés era, sin duda, imprescindible, para aquel puesto y curiosamente ninguno de mis diez compañeros lo hablaban... alguno chapurreaba un poco de "spanglish" á fuerza de tratar con extanjeros y llevar trabajando en esa misma empresa durante muchos años. Pero aparte del dominio del idioma, no tenía ni un ápice de experiencia ni conocimiento de aquello para lo que me habían contratado.

Al cabo de dos semanas, gracias a la dedicación y voluntad de enseñarme de "alguno" de mis compañeros (otros me veían como una clara amenaza: pimera mujer en el departamento, joven, con muchas ganas de trabajar y no demasiado tonta) ya empezaba a familiarizarme con el complejo sistema de trabajo que tenían implantado para un negocio "a priori" bastante sencillo. Indudablemente por aquel entonces ni soñar con lo que era un ordenador. La "máquina Anker" era la que a base de golpes cuando se atrancaba nos sacaba de apuros y nos permitía conocer la productividad del negocio con cierta fiabilidad (a los años llegó la NCR, toda una revolución) algún día contaré la crisis tan profunda que produjo la llegada de los primeros ordenadores (IBM, por supuesto). Para entonces ya había ascendido a jefe de departamento y me jugué la cabeza literalmente al "obligarles" de un día para otro a retirar cualquier otro soporte documental que no fuera el informático... pero esto merece un capítulo aparte.

El primer mes pasó de forma muy rápida para mí, me resultó excitante y acumulé más información en mi cabeza de la que pensaba que era capaz. Aún así, yo sentía que aún me quedaba muchísimo por aprender, y aunque ponía de mi parte, no solo atención, si no horas y horas de trabajo extra (solía quedarme dos o tres horas después de mi horario de salida para aprender más) consideraba que aquello era un gran aprendizaje para mí... una gran apuesta por parte de la empresa y sin duda una aventura para ambos.

Bien, pues llegó final de mes... todos mis compañeros bajaron a la oficina de administración a cobrar su sueldo (entonces se cobraba en metálico) pero yo no lo hice, tanto fue así que no solo no bajé a cobrar si no que tuve al director de administración detrás de mi un par de meses recordándome continuamente que tenía el dinero allí preparado para dármelo. Me decía que pasara por la oficina para firmar y recogerlo y yo con evasivas le toreaba hasta que un día me dijo: "¿pero es que no quieres cobrar?" a lo que yo, como una adolescente que era, le contesté: "es que me da vergüenza cobrar porque no creo merecerlo". 

Cuando cuento esto a personas jóvenes que están a punto de comenzar en su vida laboral, se echan las manos a la cabeza y posiblemente alguno no se lo crea.  Pero la realidad es que, cuando se empieza a trabajar por primera vez en una empresa, por muy hábil que se sea, la realidad es que se trata de un aprendizaje, puesto que el trabajador en esa circunstancia no es en absoluto productivo durante los primeros meses (en unos casos más que en otros).

En cualquier caso, a donde quiero llegar es a que para exigir, antes hay que demostrar y lamentablemente en nuestra cultura (sálvese quien pueda) estamos muy acostumbrados a exigir porque nos creemos con ese derecho sin más. Entiendo que los sindicatos deben velar porque las condiciones del trabajador sean óptimas, y que estén ahí para defenderles ante injusticias que se pudieran cometer,  pero lo que no entenderé jamás es que los sindicatos se dediquen a exigir sin más, a no utilizar el sentido común y a "vivir del cuento" disfrazándose de samaritanos. Tanto es así, que hoy por hoy somos el país menos productivo de Europa y el que posiblemente ofrezca más derechos al trabajador. Si eso es justicia y hacer las cosas bien, que venga Dios (o quien sea) y lo vea.

Quiero pensar que los sindicatos no se han parado a pensar en el flaco favor que les hacen a los trabajadores, convirtiéndoles en seres con poca capacidad y/o deseo de esfuerzo, de demostrar, de crecer profesionalmente. Considero que distorsionan la visión de la realidad, y les inducen a la  poca implicación en la empresa con su consecuente desmotivación tan necesaria para "hacer las cosas bien".  Al final, pierden todos: la empresa cuenta con trabajadores exigentes y poco productivos y los trabajadores están desmotivados y no encuentran su "por qué" tan necesario para ser feliz en esta vida y máxime en la vida laboral en la que nos pasamos gran parte de ella. 

Creo profundamente en la justicia, y si hay empresarios "negreros" por supuesto que hay que luchar contra ello, pero también creo que el empresario que se precie sabe que cuando te centras en las personas, los resultados son mucho mejores. Los sindicatos, a mi entender en este proceso, lo único que consiguen es "cortocircuitar" y alejar a ambos de sus objetivos.  Defender injusticias? Por supuesto! Pero no demagogia barata que confude, manipula y priva del mas preciado de los derechos: la libertad de elegir.

Por eso... cuando entrevisto a alguien que aún tiene que demostrar y me pregunta que cuanto va a cobrar... no puedo evitar pensar que es "víctima del sindicalismo" y entre otras sensaciones, me da mucha pena.





lunes, 13 de febrero de 2012

La Reforma Laboral, Creencias y Paradigmas...

Muchos estamos hablando de la "tan esperada" reforma laboral: unos para soltar adrenalina criticándola con ahínco para demostrar su más absoluta repulsión al gobierno actual, otros del color contrario, para, valga la redundancia, hacer todo lo contrario. Por otro lado están los que intentan entenderla con la mayor objetividad de la que son capaces, haciendo un esfuerzo por confiar en sus futuros "prometidos" beneficios y decidiendo apoyarla mientras tanto, defendiéndola no sin cierto miedo (las fórmulas mágicas están muy bien pero solo para las películas de Harry Potter). Me quiero incluir entre estos últimos, no sin mis momentos de crisis de fé y mis más de cuatro cuestionamientos al respecto.

Ayer le preguntaba a un buen amigo que se dedica profesionalmente a la economía y las finanzas, y amablemente me argumentó, considero que muy bien, cada una de mis dudas al respecto. Confieso que aún así veo, como una mayoría, un futuro incierto, pero con todos los datos que he podido recopilar, opto por decidir creer que esta medida es "el menos malo de los males" dentro de la situación dificilísima que estamos atravesando.

Pero independientemente de lo que el gobierno diga, pretenda o se haya marcado como objetivo al tomar esta medida, en las reacciones, creo que existe un trasfondo cultural importante que tiene más que ver con la psicología del ser heumano e incluso me atrevería a hablar de antropología.

Navegando un poco por la redes sociales, comentando, debatiendo y en algunos casos discutiendo con personas de todo tipo de opiniones, he podido constatar que existe una postura muy clara y bastante generalizada entre la clase trabajadora que considero está basada en una creencia dañina y/o limitante:

Muchos trabajadores por cuenta ajena tienen la creencia de que a los empresarios les gusta despedir y que por eso están encantados con la idea de esta reforma laboral.  Piensan seriamente y es casi imposible hacerles cambiar de opinión que estas medidas se toman para beneficiar a la empresa, entendiendo este "beneficio" como "ayudar a enriquecerse más al rico a costa del esfuerzo del pobre". Veo que muy pocos entienden que las empresas (o muchas de ellas) esán pasando por momentos difíciles, están sobredimensionadas y tienen verdaderos problemas para sobrevivir.

No conozco a ningún empresario que disfrute con una situación así y menos aún que sienta placer por tener que despedir a sus empleados. El hecho de tener que plantearse un despido solo indica que la empresa no es todo lo productiva que se desearía, por tanto, no es plato de buen gusto para nadie.  Observo que cuando se habla de "empresa" se piensa en aquellas macroempresas que parecen tan impersonales y que dan muestras de no tener ningún tipo de respeto por el ser humano (que no dudo que las haya) pero la realidad es que hay muchos... muchísimos empresarios que hacen verdaderos estragos no solo por sobrevivir, si no por procurar mantener esos puestos de trabajo de los que se sienten, en gran parte responsables.

Desde aquí quiero brindar homenaje a todos esos empresarios que están arriesgando su dinero, que además lo están pasando mal por la incertidumbre que existe, que se ven forzados a tomar decisiones drásticas e impopulares que no solo no les gustaría tomar, si no que más de una mala noche les hacen pasar... y que además de todo eso no sienten ningún "apoyo moral" por parte de casi nadie... y que a pesar de todo eso, siguen adelante.

Siempre procuro hacer y pido a los demás que hagan un esfuerzo por cuestionarse sus creencias. En ocasiones han sido instauradas en nuestro cerebro de forma errónea (la mayoría por influencia social y/o experiencias puntuales vividas) pero muchas de ellas no dejan de ser paradigmas que lejos de beneficiarnos nos impiden ver la realidad desde otras perspectivas que no nos ayudar a crecer.

Por último confiar y desear que estas medidas sean realmente la solución para todos y que todos pongamos nuestro granito de arena para conseguir salir a flote.